La ciudad dispone de innumerables posibilidades educadoras. La vivencia en la ciudad constituye un espacio cultural de aprendizaje permanente: “es un modo espontáneo, como decía, que tienen las ciudades para educar” (Freire).

lunes, 15 de octubre de 2012

Máximas de Paulo Freire



 1.          Es necesario desarrollar una pedagogía de la pregunta. Siempre estamos escuchando una pedagogía de la respuesta. Los profesores contestan a preguntas que los alumnos no han hecho
2.          Mi visión de la alfabetización va más allá del ba, be, bi, bo, bu. Porque implica una comprensión crítica de la realidad social, política y económica en la que está el alfabetizado
3.          Enseñar exige respeto a los saberes de los educandos
4.          Enseñar exige la corporización de las palabras por el ejemplo
5.          Enseñar exige respeto a la autonomía del ser del educando
6.          Enseñar exige seguridad, capacidad profesional y generosidad
7.          Enseñar exige saber escuchar
8.          Nadie es, si se prohíbe que otros sean
9.          La Pedagogía del oprimido, deja de ser del oprimido y pasa a ser la pedagogía de los hombres en proceso de permanente liberación
10.      No hay palabra verdadera que no sea unión inquebrantable entre acción y reflexión
11.      Decir la palabra verdadera es transformar al mundo
12.      Decir que los hombres son personas y como personas son libres y no hacer nada para lograr concretamente que esta afirmación sea objetiva, es una farsa
13.      El hombre es hombre, y el mundo es mundo. En la medida en que ambos se encuentran en una relación permanente, el hombre transformando al mundo sufre los efectos de su propia transformación
14.      El estudio no se mide por el número de páginas leídas en una noche, ni por la cantidad de libros leídos en un semestre. Estudiar no es un acto de consumir ideas, sino de crearlas y recrearlas. 
15. Solo educadores autoritarios niegan la solidaridad entre el acto de educar y el acto de ser

lunes, 8 de octubre de 2012

Críticos, creativos, cuidantes




Se ha dicho acertadamente que educar no es llenar una vasija vacía sino encender una luz. En otras palabras, educar es enseñar a pensar y no sólo enseñar a tener conocimientos. Estos nacen del hábito de pensar con profundidad. Hoy en día conocemos mucho pero pensamos poco lo que conocemos. Aprender a pensar es decisivo para situarnos autonómamente en el interior de la sociedad del conocimiento y de la información. En caso contrario, seremos simples caudatarios de ella, condenados a repetir modelos y fórmulas que se superan rápidamente. Para pensar, de verdad, necesitamos ser críticos, creativos y cuidantes.
Somos críticos cuando situamos cada texto o evento en su contexto biográfico, social e histórico. Todo conocimiento envuelve también intereses que crean ideologías, que son formas de justificación y también de encubrimiento. Ser crítico es quitar la máscara de los intereses escondidos y sacar a la superficie conexiones ocultas. La buena crítica también es siempre autocrítica. Sólo así se abre espacio para un conocimiento que corresponde mejor a lo real siempre cambiante. Pensar críticamente es dar buenas razones de aquello que queremos e implica también situar al ser humano y al mundo en el cuadro general de las cosas y del universo en evolución.
Somos creativos cuando vamos más allá de las fórmulas convencionales e inventamos maneras sorprendentes de expresarnos a nosotros mismos y de pronunciar el mundo; cuando establecemos conexiones nuevas, introducimos diferencias sutiles, identificamos potencialidades de la realidad y proponemos innovaciones y alternativas consistentes. Ser creativo es dar alas a la imaginación, "la loca de la casa", que sueña con cosas aún no ensayadas, pero sin olvidar la razón que nos pone los pies en la tierra y nos garantiza el sentido de las mediaciones.
Somos cuidantes cuando prestamos atención a los valores que están en juego, atentos a lo que realmente interesa y preocupados con el impacto que nuestras ideas y acciones pueden causar en los demás. Somos cuidantes cuando no nos contentamos solamente con clasificar y analizar datos, sino cuando por detrás de ellos discernimos personas, destinos y valores. Por eso, somos cuidantes cuando distinguimos lo que es urgente y lo que no lo es, cuando establecemos prioridades y aceptamos procesos. En otras palabras, ser cuidante es ser ético, persona que pone el bien común por encima del bien particular, que se responsabiliza por la calidad de vida social y ecológica y que da valor a la dimensión espiritual, importante para el sentido de la vida y de la muerte.
La tradición ilustrada de educación ha enfatizado mucho la dimensión crítica y la creativa y menos la cuidante. Ésta es urgente hoy. Si no somos colectivamente cuidantes vaciaremos la crítica y la creatividad y podemos echar todo a perder, o bien podemos vivir en sociedad con justicia mínima y paz necesaria y condiciones de la biosfera sin las cuales no hay vida. Albert Einstein despertó a la dimensión cuidante de todo saber cuando Krishnamurti le interpeló: ¿En qué medida, Sr. Einstein, su teoría de la relatividad ayuda a disminuir el sufrimiento humano? Einstein, perplejo, guardó discreto silencio. Pero cambió. A partir de ahí se comprometió por la paz y contra las armas nucleares. En todos los ámbitos de la vida, necesitamos personas críticas, creativas y cuidantes. Es condición para una ciudadanía plena y para una sociedad que se renueva siempre. Tarea de la educación hoy es crear tal tipo de personas.

Leonardo Boff