La ciudad dispone de innumerables posibilidades educadoras. La vivencia en la ciudad constituye un espacio cultural de aprendizaje permanente: “es un modo espontáneo, como decía, que tienen las ciudades para educar” (Freire).

lunes, 8 de octubre de 2012

Críticos, creativos, cuidantes




Se ha dicho acertadamente que educar no es llenar una vasija vacía sino encender una luz. En otras palabras, educar es enseñar a pensar y no sólo enseñar a tener conocimientos. Estos nacen del hábito de pensar con profundidad. Hoy en día conocemos mucho pero pensamos poco lo que conocemos. Aprender a pensar es decisivo para situarnos autonómamente en el interior de la sociedad del conocimiento y de la información. En caso contrario, seremos simples caudatarios de ella, condenados a repetir modelos y fórmulas que se superan rápidamente. Para pensar, de verdad, necesitamos ser críticos, creativos y cuidantes.
Somos críticos cuando situamos cada texto o evento en su contexto biográfico, social e histórico. Todo conocimiento envuelve también intereses que crean ideologías, que son formas de justificación y también de encubrimiento. Ser crítico es quitar la máscara de los intereses escondidos y sacar a la superficie conexiones ocultas. La buena crítica también es siempre autocrítica. Sólo así se abre espacio para un conocimiento que corresponde mejor a lo real siempre cambiante. Pensar críticamente es dar buenas razones de aquello que queremos e implica también situar al ser humano y al mundo en el cuadro general de las cosas y del universo en evolución.
Somos creativos cuando vamos más allá de las fórmulas convencionales e inventamos maneras sorprendentes de expresarnos a nosotros mismos y de pronunciar el mundo; cuando establecemos conexiones nuevas, introducimos diferencias sutiles, identificamos potencialidades de la realidad y proponemos innovaciones y alternativas consistentes. Ser creativo es dar alas a la imaginación, "la loca de la casa", que sueña con cosas aún no ensayadas, pero sin olvidar la razón que nos pone los pies en la tierra y nos garantiza el sentido de las mediaciones.
Somos cuidantes cuando prestamos atención a los valores que están en juego, atentos a lo que realmente interesa y preocupados con el impacto que nuestras ideas y acciones pueden causar en los demás. Somos cuidantes cuando no nos contentamos solamente con clasificar y analizar datos, sino cuando por detrás de ellos discernimos personas, destinos y valores. Por eso, somos cuidantes cuando distinguimos lo que es urgente y lo que no lo es, cuando establecemos prioridades y aceptamos procesos. En otras palabras, ser cuidante es ser ético, persona que pone el bien común por encima del bien particular, que se responsabiliza por la calidad de vida social y ecológica y que da valor a la dimensión espiritual, importante para el sentido de la vida y de la muerte.
La tradición ilustrada de educación ha enfatizado mucho la dimensión crítica y la creativa y menos la cuidante. Ésta es urgente hoy. Si no somos colectivamente cuidantes vaciaremos la crítica y la creatividad y podemos echar todo a perder, o bien podemos vivir en sociedad con justicia mínima y paz necesaria y condiciones de la biosfera sin las cuales no hay vida. Albert Einstein despertó a la dimensión cuidante de todo saber cuando Krishnamurti le interpeló: ¿En qué medida, Sr. Einstein, su teoría de la relatividad ayuda a disminuir el sufrimiento humano? Einstein, perplejo, guardó discreto silencio. Pero cambió. A partir de ahí se comprometió por la paz y contra las armas nucleares. En todos los ámbitos de la vida, necesitamos personas críticas, creativas y cuidantes. Es condición para una ciudadanía plena y para una sociedad que se renueva siempre. Tarea de la educación hoy es crear tal tipo de personas.

Leonardo Boff

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